¿Sabías que la Región del Biobío tiene uranio bajo tierra?

Uranio región del Biobío tierras raras
Uranio y otras tierras raras estarían bajo nuestros pies en la región del Biobío | Foto: Edición Sala de Prensa

No es tema nuevo. En los círculos especializados e interesados en el tema minero, se habla de que el Biobío tiene uranio en su subsuelo.

Este preciado mineral tiene un potencial armamentístico, energético y económico evidente. En Chile, no obstante, aún existe a niveles totalmente liminales y circunscrito a fines académicos y científicos. Eso, hasta hace un tiempo.

Si bien cuando se confirmó geológicamente su existencia en territorio nacional se pensaba para temas meramente energéticos, la cosa cambió. El uranio, a fecha de 2025, es vital para las armas y la tecnología en el advenimiento de conflictos locales y globales.

Las potencias como China, Estados Unidos y Rusia ven con particular atención cada hallazgo de minerales en países lejanos, porque pueden suministrarles a cambio de… poco y nada. El Biobío, como ninguna otra zona a nivel nacional, está en el foco. Con el advenimiento reciente del proyecto minero de tierras raras Aclara, en Penco, el tema volvió a la palestra.

Estudios de la Comisión Chilena de Energía Nuclear en la década de 1970 ya exponen la presencia uranífera en el centro sur del país. Sin embargo, en 2008 el hallazgo impactó y se hizo eco en medios de trascendencia nacional. Años después, nuevas instancias de denuncia ante la problemática ambiental y de dominación en la que nos sumiría su explotación siguen apareciendo.

El primer acercamiento concreto al uranio del Biobío: abril de 2008

El 3 de abril de ese año, la minera inglesa U3O8 Holdings Plc. informó que encontró uranio en el sector denominado Cajones, una de las nueve áreas que la compañía exploró en Chile. Como dato, el nombre de la minera refiere a la nomenclatura del trióxido de uranio, conocido como yellowcake, polvo amarillo que es el paso previo al enriquecimiento del mineral, que permite usos masivos en energía y armas. Ojo ahí.

Conrad Winham, presidente de la industrial británica, declaró en ese entonces que estaban “entusiasmados con los resultados iniciales de la geoquímica en Cajones. Estamos haciendo un excelente progreso en desarrollar y extender nuestro portafolio de proyectos existentes en Chile”.

En una nota periodística del 14 de abril de ese año, Mariano Gajardo, de Sernageomin, dijo que “si hay uranio, se pueden hacer centrales energéticas tremendas”. Eso no ha cambiado, pero el panorama actual de dominación y belicosidad constante hace pensar que quien quiera el uranio ahora, lo quiere para la tecnología armamentística.

Poniendo paños fríos, Óscar Parra, director del centro EULA UdeC de ese entonces, explicó que había que esperar “20 años” porque en esa época no estaban los condiciones para energizar el uranio. Casi 18 años han pasado y seguimos en la misma mirada de sólo extracción; ni siquiera se ha extraído, solo se ha pensado en ello.

Autoridades locales nunca supieron hasta que se hizo público

El sector comprendido, en un inicio, sólo se designó como “una zona cercana a Concepción, región del Biobío”. Luego, junto con esa nota de TVN, la alerta ambiental se puso sobre dos lugares concretos: Santa Juana y Yumbel.

Los alcaldes de ambas comunas esperaban conocer los detalles de las investigaciones de la firma inglesa. O sea, ellos deberían haberlo sabido antes, pero “se enteraron por la prensa”. Según los ediles, y acertadamente dicho sea de paso, los alcances de la explotación de uranio en sus comunas son desconocidos; no así, los negativos efectos en la salud de sus habitantes.

El alcalde de Santa Juana de esos años (y hoy nuevamente), Ángel Castro, se enteró tras el anuncio público, recoge Minería Chilena. Es más, el sitio mencionado ni siquiera es conocido dentro de la comuna: estaría 12 kilómetros al sureste de la ciudad, en un fundo forestal privado.

El seremi de Minería de ese momento, Carlos Almanza, descartó todo riesgo ante el radiactivo mineral. La empresa minera británica sólo realizó exploraciones superficiales en 2008, ya que en los dos años anteriores, los tribunales no otorgaron los permisos de exploración.

“En lo inmediato las exploraciones no implican peligro ambiental”, dijo. “Eso está dado cuando se hace el proceso de enriquecimiento del uranio para producir energía nuclear, y lo que uno ve es que se pretende buscar el mineral para efectos de venderlo”, cerró.

El caso de Florida y el estero Poñén

Seis años después, se prendió la lucecita otra vez. En 2014, autoridades y vecinos de la comuna de Florida se enteraron, otra vez “por la prensa”, de un proyecto de extracción de uranio en su comuna. La misma empresa inglesa U3O8 se adjudicó la exploración y potencial explotación del mineral en tierras del sector Poñén, más o menos entre el Puente 6 y 7, en dirección al noreste.

Una nota de prensa de TVU de la época reflejó la opinión de vecinos. Antonio Meza, presidente de la Junta de Vecinos del sector, afirmó que un vecino que extraía oro de forma artesanal vio sus labores interrumpidas por esta empresa, que tendría más de 240 mil hectáreas en exploración. Una cosa poca.

Jorge Roa, alcalde de Florida, enfatizó en que “llama la atención que una intervención tan importante” no sea conocida por la Municipalidad ni los vecinos. “Sabemos que el uranio, en cualquier tipo de concentración, no es sano”, afirmó.

El 9 de noviembre de 2015, un año después, la Dirección General de Aguas, basada en Concepción, entregó derechos de aprovechamiento de agua em el estero Poñén a REE UNO SpA. ¿Quiénes son ellos? Sí, adivinó. Es Aclara, la minera de tierras raras en Penco. Pues bien, el uranio, si bien no está dentro de las denominadas tierras raras, sí es un mineral escaso y con procesos extractivos sumamente complejos.

Para el enriquecimiento del uranio, aunque sea al mínimo porcentaje, se requieren cantidades abismales de agua. El agua del estero Poñén alimenta el sector nororiental de la cuenca del río Andalién, que atraviesa Concepción y desemboca entre esta ciudad y Penco en un hermoso humedal. Sus aguas están en riesgo, y todos quienes vivimos en la cuenca del Andalién pasamos a estarlo.