Alex Matute Johns: “Por favor, no dejemos que la violencia se tome Chile”

Alex Matute Johns, Columnista de Sala de Prensa
Alex Matute Johns, Columnista de Sala de Prensa

Hace veinticinco años mi familia y yo vivimos una de las experiencias más dolorosas que puede atravesar una persona: la desaparición y muerte de mi hermano Coke. Desde entonces sé, en carne propia, lo que significa que la vida se llene de ausencias que nunca debieron ocurrir y lo difícil que resulta reconstruirse cuando el dolor irrumpe en el corazón del hogar.

Hoy miro con profundo pesar lo que ocurre en nuestro país. Chile sufre. Sufre por la delincuencia que ya no distingue ciudades, edades ni condiciones; sufre por el crimen organizado que avanza sin freno y por la sensación de desamparo que se ha instalado en nuestras calles.

Ayer me estremeció la historia de un niño de diez años que murió en un accidente provocado por delincuentes que huían en Recoleta. No fue un hecho aislado. Jóvenes que caen por balas perdidas, personas que pierden la vida intentando defender lo suyo, familias destruidas en segundos por la violencia desatada.

Y frente a todo eso, las respuestas de la autoridad suenan vacías, repetidas, carentes de convicción: “nos querellaremos”, “los perseguiremos con todo el rigor de la ley”. Pero las querellas no devuelven vidas, ni las frases hechas restablecen la paz. La ciudadanía no necesita declaraciones; necesita responsabilidad, acción, coraje y liderazgo. Las autoridades deben entender que pasividad en su accionar también las convierte en cómplices de la violencia que está destruyendo a nuestro país.

Por eso, desde el dolor y la experiencia de haber vivido lo irreparable, quiero suplicar —sí, suplicar— a quienes hoy y mañana dirijan los destinos del país que no permitan que el crimen organizado y la delincuencia se tomen Chile. Que reaccionen antes de que sea demasiado tarde. Que comprendan que cada muerte, cada niño, cada joven, es una herida que no cicatriza jamás.

Chile merece vivir sin miedo. Las familias merecen ver a sus hijos volver a casa. Ninguna madre, ningún padre, ningún hermano debería cargar con el vacío que deja la violencia. No podemos resignarnos. No podemos acostumbrarnos. Por favor, no dejemos que la delincuencia se tome Chile. Que esta vez, las palabras se transformen en hechos.