En nuestro tercer capítulo de Sobrevivientes contaremos la historia de la Sociedad Lorenzo Arenas, uno de los locales más antiguos de su tipo en el Gran Concepción.
Hoy para almorzar, cenar o sencillamente comer algo rápido sobran locales en la capital del Biobío. Están los de fast food, pizzerías, los que venden dudosos handrolls; hay comida china, peruana, árabe. En fin, de todo. Desde nuestra editorial diremos que, en una categoría distinta y superior, están los locales tradicionales como el Llanquihue, Oba-Oba, Marbella o la Fuente Alemana.
Pero si quieres comer como en casa, es decir, servirte un buen plato de porotos, una cazuela de osobuco, o guatitas a la jardinera, por mencionar sólo algunos platos tradicionales de la cocina chilena, la verdad es que quedan muy pocos. Uno de ellos es la Sociedad de Socorro Mutuo Lorenzo Arenas.
Historia de la Sociedad Lorenzo Arenas
Para llegar a la Sociedad hay que salir solo un poco del centro penquista. El local está en Tucapel 852, entre la calle Las Heras y la avenida Los Carrera. Pero antes de ir a comernos la cazuela, tomemos los libros y viajemos en la historia.
Este espacio nació como la Sociedad de Socorros Mutuos Lorenzo Arenas un día 18 de junio de 1876. Actualmente, es considerada una de las organizaciones de vecinos más antiguas de su tipo y sobrevive con una muy buena salud, pese al paso del tiempo. El edificio que hoy visitamos fue reconstruido después del terremoto del ’39, que devastó la ciudad.
Atención con esto. La Sociedad “fue creada con la misión del socorro mutuo y de elevar la condición educativa y moral de sus socios. Las prestaciones consistían en: asistencia educacional, mediante la creación de bibliotecas y escuelas nocturnas, asistencia médica costeando las recetas médicas, entregar subsidios monetarios mientras durara la enfermedad, costear los funerales en caso de fallecimiento e incluso disponer de una bóveda para su entierro. Todas estas garantías eran recibidas a cambio de una módica cuota mensual”.
Así se describe a esta Sociedad en el Archivo Histórico de Concepción. Dígame usted, ¿qué organización de la civilidad hoy en Chile presta este servicio? Le respondo de inmediato. Ninguna. Ahora, pasemos a quien homenajea el nombre.
Lorenzo Arenas Olivos era otro tipo de hombre, de los que casi no quedan ahora. Era considerado por sus contemporáneos como “El Obrero Filántropo”, dada su vocación al servicio colectivo, en especial a Concepción, ciudad que lo acogió desde 1874. En ella, proyectó un sinnúmero de actividades e instituciones de bien público, en las que destaca la creación del Liceo de Niñas y la propia Sociedad Mutualista.


A principios de siglo XX, la Sociedad edificó un centro educacional de primeras letras para obreros y artesanos, la Escuela Nocturna para Adultos. Con el paso del tiempo, tuvo su mayor auge en la década de los ’60.

El mejor restaurante de Concepción: Sociedad Lorenzo Arenas
Ya dejemos los libros otra vez en su lugar y sentémonos a la mesa. En la Sociedad nos recibe Mercedes Álvarez. Ella ha sido concesionaria del local, o sea, del restaurante, por 15 años. Para este reportaje, nos contó un poco lo que era, es y en lo que se ha transformado este lugar.
“Siempre me ha gustado la cocina y bueno los platos se fueron dando de acuerdo a la clientela que viene y de a poco hemos ido aumentando lo más tradicional que hay acá en Concepción”, partió describiendo su inicio en la concesión del casino de la Sociedad.
Mercedes dice que se siente heredera de otros locales iguales o más antiguos en Concepción. “Sigo con la tradición de lo que significa tener un casino como este”, dijo. Un casino como este, explicó, significa “antigüedad, la hermandad que hay acá y el tipo de gente que viene es toda gente como de familia”.
Respecto a la oferta gastronómica de la Sociedad Lorenzo Arenas, los platos principales son “la pichanga, el salpicón de patitas, las patitas cocidas, chupe de guatita, pernil, salpicón de pernil y varios más”. En tanto, los clientes son casi los mismos. “De repente llegan personajes nuevos que la trae la misma clientela”.
Eso sí, reconoce un nuevo público: los jóvenes. “Eso me llama mucho la atención a mí, porque ha llegado últimamente bastante joven, justamente, a conocer el local. Les han dicho que es acogedor por la estructura. Pero tenemos de todo tipo de clientes, de la guagua hasta el abuelito”, explicó.
Cancha de Rayuela y Proscenio
Mercedes nos invita a conocer el lugar. Una cosa es el comedor pero, como buena sociedad, aquí hay de todo. No podía faltar la cancha de rayuela o tejo. A su lado, le acompaña un precioso salón destinado para los actos oficiales. Nos llama la atención el enorme retrato de Lorenzo Arenas, que insertamos más arriba en la nota. Esto da clara cuenta de la memoria que vive por este ilustre penquista.

No puede faltar el proscenio o escenario. Aquí todavía se realizan algunos actos, aunque cada vez mas espaciados en el tiempo, con un piso de parqué de otros tiempos y el lema de la sociedad “Libertad-Igualdad-Fraternidad” escrita al lado de dos compases cruzados. La reminiscencia es clara y tiene que ver, precisamente, con Lorenzo Arenas y los ideales de la ilustración de la época: por más que uno sea obrero, debe estar iluminado e instruido en la vida.


El rostro humano de la Sociedad Lorenzo Arenas: sus trabajadores
En la Sociedad Lorenzo Arenas y, en particular, en su casino, trabajan varias personas. Tuvimos el honor de conocer algunas de ellas. Por ejemplo, Marilyn Ibarra pasa su jornada laboral en la cocina. Ella es responsable de estos exquisitos platos caseros.
Su experiencia trabajando en el lugar ha sido “espectacular. Es que a mi me gusta la cocina y me gusta lo que hago y acá hay buen ambiente familiar”, explicó. La diferencia entre este local y otros es que “la comida casera que no se encuentra en todos lados. El típico poroto con riendas, el pernil, la patita de vacuno, la pichanga. La gente es como más de antes, buscan la comida antigua”.

Juan Araneda Vidal es cocinero también. En cuanto a las labores, “es bueno con los años que tengo. 15 años trabajando es bueno. Aquí me gusta porque la gente es agradable y la comida es todo natural y saludable. Poco se ven locales como este; después de la pandemia, se perdieron. Estamos sobreviviendo pero luchando para que esto florezca de nuevo”.

Los comensales, el pilar que disfruta a la Sociedad
Es fácil encontrar a comensales que opinen de la comida. En nuestra visita conversamos con tres hermanos, visitantes de años.
Vicente Mardones señaló que “es una comida clásica de muchísima calidad y buen precio. Conocemos a la dueña de muchos años, pero lo más importante es el almuerzo exquisito. Por razones de trabajo, he venido con gerentes generales y se van felices desde acá”. Nadie parece escapar al sabor fraternal.
Jorge Mardones fue categórico en su valoración “Para mí, este es el local de comida tradicional que mejor prepara los almuerzos en Concepción. La comida es espectacular. Es una sociedad con mucha tradición, muy antigua. Todo el mundo viene por la comida casera. No hay comida casera en Conce” si no es en la Sociedad.
Aníbal Mardones tiene una opinión similar. “Para mi lo mejor en comida tradicional ha sido siempre la comida de Mercedes Álvarez. Hemos seguido su trayectoria, la cocina espectacular, la atención excepcional”, aseguró.

También aquí encontramos a Miguel Rivera Romero, quien tiene solo palabras de agradecimiento por la calidad de los alimentos que recibe. “Son comidas muy buenas y son comidas de casa, súper ricas. Hace más de 15 años que vengo”.
Sobre la infraestructura antigua, “eso es lo que llama la atención es algo bonito de nuestros tiempos, porque ahora puro artificial. Aquí da gusto que le sirvan a uno. Locales como este ya no quedan. El Nuria era un poco esto. Sobre todo los sábados los curantos de miedo”.

Visitar la Sociedad Lorenzo Arenas y su casino es una experiencia. La infraestructura antigua destaca por sí sola. Una lámpara de lágrimas como se pueden ver solo en locales de venta de antigüedades, su cancha de rayuela, los trofeos, las miles de historia y, por supuesto, su cocina patrimonial convierten a este lugar de uno de los pocos Sobrevivientes del Gran Concepción.