El corazón de Concepción es su comercio establecido.
En calle Barros, Maipú, Freire o en alguna de sus tradicionales galerías cientos de penquistas se ganan la vida vendiendo sus productos. Así han crecido y muchos pasaron de pequeños negocios familiares a tiendas reconocidas y no sólo en Concepción, sino en todo el país.
Pero no siempre ha sido fácil. La llegada de las nuevas tecnologías ha traído consigo nuevos modelos de negocios que no todos han podido enfrentar como el delivery, las ventas online, el pago con tarjetas, entre otros cambios. También llegaron estas megaempresas que tienen de todo, menos atención personalizada. Aquí es donde entran nuestros comerciantes establecidos.
Pese a todo esto, hay quienes han logrado sobrevivir al paso del tiempo y en esta serie de notas que hemos denominado Sobrevivientes, te contaremos algunas de sus historias.
Confecciones SABA: una empresa familiar de migrantes
SABA hoy es una empresa grande, reconocida a nivel nacional y sinónimo de calidad en vestuario para el trabajo. Sus inicios, sin embargo, fueron muy distintos.
Allá por años 40 arribó a Concepción el matrimonio de migrantes palestinos Salvador Saba Ananías y Sara Ananías Dahbura. Ambos con mucho esfuerzo y con la adquisición de un par de máquinas de coser fundaron este negocio.
“Al principio repartían las mercaderías en bicicleta”, nos cuenta Felipe Jeldes, hoy gerente de SABA y tercera generación a cargo de la tienda.
“Esta empresa tiene su origen como tantas otras. Son negocios familiares. Parte en el año 40 y es fundada por el matrimonio de mis abuelos aquí en Concepción. Aquí es donde se asentaron y formaron familia. Empezaron muy chiquitos con tres máquinas. En primer lugar en Ongolmo con Maipú y posteriormente en el 53 en calle Maipú 847 y 839 donde está la tienda”, relata Jeldes en conversación con Sala de Prensa.

En el año 1941, el pequeño taller de confecciones se instala en calle Maipú esquina Ongolmo, frente a la antigua panadería “Parés”, adquiriendo cuatro máquinas de coser. Ahí funcionó como fábrica de overoles y guardapolvos. Atendían las necesidades de ropa de trabajo en una ciudad inserta en un proceso de industrialización.
En 1953 la fábrica de overoles se traslada a calle Maipú 847 de Concepción, operando en una nueva edificación e invirtiendo en nueva maquinaria industrial para la confección de ropa de trabajo.
Como todos los habitantes de Concepción SABA también ha sufrido con los terremotos. Los sismos del 21 y 22 de mayo de 1960 golpearon duramente a los penquistas, destruyendo un tercio de las edificaciones de la ciudad. Sin embargo, las instalaciones de la fábrica resistieron, y el taller pudo retomar rápidamente sus labores.


SABA y las claves para sobrevivir en Concepción
Pareciera ser que en este tipo de negocios, la familia resulta fundamental. Felipe Jeldes está de acuerdo con esta afirmación. “Absolutamente, parte como familia. La gran mayoría parten así los negocios, salvo las excepciones con grandes inversiones”, puntualiza.

¿Por qué insisten en quedarse en Concepción? Sería más fácil para el negocio irse a Santiago – le preguntamos.
“Mis abuelos se asientan en Concepción. Son la primera generación y luego en los 70 asume mi madre Ana Luisa Saba y yo como tercera generación en el 2011. Antiguamente sobre todo los inmigrantes que se establecían y sólo podían trabajar en comercio en cualquier pueblo surgían. Hoy las cosas son más difíciles y como mencionas muchos toman la decisión de relocalizar sus empresas y llevarlas a Santiago por un tema de costos, es más central, acceso a aeropuertos”.

Y reafirma luego, “la decisión de quedarse en Concepción, efectivamente hay un trasfondo de identidad con la región lo que no nos ha impedido tener nuestros propios locales uno en Santiago y otro en Puerto Montt. Estar aquí es básicamente una identidad con la región a pesar de lo difícil que es estar en regiones y en particular en esta cuando las cosas no han sido fáciles con el cierre de empresas emblemáticas que han durado por tantos años“, puntualizó.

Los trabajadores se sienten en familia
Probablemente SABA no sería lo que es hoy sin sus trabajadores y trabajadoras. Para este primer capítulo de Sobrevivientes hablamos con dos de ellos.
Miguel Arriagada lleva 25 años en la empresa. Como muchos de los que aquí permanecen fue su primer trabajo. “Lo que se proyecta uno lo he logrado en esta empresa. He logrado educar a mi hijo, profesional periodista y en este momento es una buena persona”, menciona orgulloso.

En estas empresas los trabajadores tienen dos familias, la suya propia y los compañeros de trabajo que se han transformado en una nueva familia. En caso de algún problema se unen todos, así lo reconoce Miguel, “lo que hacemos es una pequeña cooperación y así sacamos adelante el problema. Hay personas que se han ido y los echamos de menos porque somos como una familia”.
Alicia Bustos, trabaja en el taller 2 de SABA junto a una decena de compañeras. Llegó también muy joven, hace 33 años a la fecha. Hoy mira el pasado con nostalgia y se siente muy afortunada de estar en esta empresa tradicional de Concepción.

“Mucha experiencia ganada, llegué a un muy buen lugar y estoy muy contenta. Laboralmente he tenido muy buena acogida y me he desarrollado mucho”, puntualizó.
Sobre la convivencia con las compañeras, “nos tratamos bien, no puedo decir algo negativo, todo lo contrario. Hemos hecho muchas redes de apoyo aquí dentro de la empresa partiendo también con los dueño. Ellos siempre nos han prestado colaboración. Junto con las compañeras hemos hecho muchas cosas para ayudar a innumerables compañeras de alguna manera se han visto afectadas por distintas situaciones y ahí hemos estado” termina Alicia.