Entrando al campus de la Universidad de Concepción desde el Arco, nos sorprenderá un impávido habitante: el reconocido “Esqueleto de la Ballena UdeC”.
Los restos óseos del animal esconden la valiosa historia del último cetáceo cazado en el Pacífico Sur. Al menos, en Chile y de forma legal. Pero, esa importancia no es solo histórica. El esqueleto ya es parte de la idiosincrasia de la casa de estudios. Nadie dice que “vamos a la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas”. Todos “vamos a la ballena”, y ya.
Las osamentas son un símbolo para la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas. Aunque no tan conocida es su pertenencia al Museo del Departamento de Zoología. Su permanencia en la universidad representa la lucha contra la caza industrial de ballenas, que comenzó a finales del siglo XVIII hasta los últimas décadas del XX.
Para entender la existencia de la ballena UdeC y su ubicación debemos entender el contexto en que se enmarca.
La explotación ballenera del Biobío
Registros indican que los pueblos originarios de la zona de los canales e islas del océano Pacífico, más allá de Chiloé, podrían haber cazado a estos mamíferos marinos. Las ballenas de por sí son animales increíblemente grandes. Imagínese cómo deben haberse asombrado los primeros pueblos. Pescadores de todo el globo cuchicheaban historias de legendarios animales originados en nuestro país.
¿El más famoso? Mocha Dick. Este legendario cachalote albino gigante y extrañísimo, como indica su nombre, sería originario de las costas de la isla Mocha, en la provincia de Arauco. De este, nace Moby Dick, de los más reconocidos libros de la literatura estadounidense. En Chile, se grafica en la publicación de Armando Cartes, “Los cazadores de Mocha Dick”, haciendo el enlace con la historia local.

Pero volvamos a la línea temporal comprobable y no tan de leyenda. Recién a inicios de la centuria pasada comenzó el faenamiento industrial de cetáceos fuera de los libros. El personaje clave en esta historia es Juan Macaya.
Macaya nació en Lota en 1867. Originalmente agricultor de subsistencia, se relacionó con el experto cazador portugués y futuro consuegro Juan da Silva. Así, se interiorizó en la captura de ballenas y el método del luso, que se originaba a su vez de los ingleses y norteamericanos.
Con un arpón y unas embarcaciones a las que se les decía “chalupas”, de poca eslora y bastante ágiles, comenzó la caza. En 1883, se trasladó a la isla Quiriquina, frente a Talcahuano, para aprovechar la gran cantidad de cetáceos que rondaban la zona.
En 1932, fundó la Compañía Chilena de Pesca y Comercio Juan Macaya Aravena e Hijos. Con el paso del tiempo, la industria creció y se transformó en Macaya Hermanos. Comenzaba aquí la primera industria de procesamiento de ballenas de Chile.
La última ballena del Océano Pacífico Sur
La comuna de Talcahuano era el centro de caza más grande del Océano Pacífico Sur. Macaya Hermanos ya estaba consolidada como una industria destacada. La caleta Chome, estación ballenera en la península de Hualpén, operó prósperamente.
Sin embargo, su éxito tendría un alto en 1981, con la intervención del Servicio Agrícola y Ganadera (SAG). La institución siguió el ejemplo de la prohibición masiva de la caza de todos estos animales en todo el mundo; con ello, nadie podría capturar comercialmente más rorcuales de Bryde, especie de cetáceo subtropical común de nuestros mares.

Según el Centro de Conservación Cetácea (CCC Chile), la ballena de Bryde tiene un tono gris oscuro en el lomo y un tronco esbelto. Alcanzan hasta 300 metros de profundidad y poseen “tres arrugas prominentes o ‘carenas’ que se proyectan, central y lateralmente, desde los orificios nasales hasta el hocico”. Sin duda, un animal precioso.
Para la suerte de los Macaya, el SAG ni siquiera registró presencia de este tipo de cetáceo en la zona de operaciones de la empresa. Siguieron cazando, con las quejas y denuncias. Desde Greenpeace hasta el académico Víctor Ariel Gallardo, quien también fue parte de las gestiones para traer el esqueleto del animal a la UdeC.
Cuando las restricciones estaban en su auge, el doctor aceptó un viaje de reconocimiento junto a Macaya Hermanos. En ese paseo, pareció reconocer a una ballena de Bryde. Sin embargo, era un rorcual común, segundo animal más grande del mundo por detrás de la ballena azul.
El profesor Gallardo, molesto, aceptó retirarse, pero con la condición de que le regalaran el esqueleto, la única parte no aprovechada del animal. Así nació el esqueleto de la ballena UdeC, por allá por 1983.
Un museo para la ballena UdeC que nunca fue
En Sala de Prensa, conversamos con Juan Carlos Ortiz, profesor jubilado de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, casa de la ballena UdeC. Él, en su momento, vio los pasos originales que siguió el esqueleto del ejemplar.
Luego de traerlo, el fallecido director de Zoología, Jorge Artigas, se hizo cargo. En su consideración, mandó a enterrar el esqueleto a la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
El profesor Ortiz dijo que “el doctor Artigas nunca la quiso desenterrar porque él tenía el prejuicio de que, cuando se armara la ballena, los alumnos en una manifestación le empezarían a agarrar las costillas y quedaría la escoba”. Algo así como los cavernícolas peleando con palos y bastos.
El decano de la época, Alberto Larraín, reformuló la vida de la ballena UdeC para algo que, más o menos, es lo de ahora. Él propuso utilizar el esqueleto en una reformulación del Museo de Zoología, por lo que empezó la excavación a cargo de la entomóloga y profesora UdeC, Viviane Jerez.

El proyecto tenía pensado colgar la ballena en el techo de la puerta del Museo de Zoología. Algo así como los museos gringos. El diseño de la construcción quedó a cargo de Borja Huidobro y Roberto Benavente.
Sin embargo, como punto final a esta nota, se le designó puntos suspensivos a este proyecto. Registros de los años 90′ rescatan cómo se pensaba hacer este nuevo museo y hogar de la ballena. Sin embargo, nunca se concretó.
A fecha 5 de octubre de 1998, se titulaba como “el Museo Universitario no ha muerto”. Claro, oficialmente no murió, estando en el quinto piso de la facultad. No obstante, la idea de la histórica ballena colgando de él, en definitiva, sí.

