Es mucho más que un área verde: es un punto de encuentro con la historia de la ciudad y el país. Sí, hablamos del Cerro Chepe.
Uno de los centros naturales de Concepción que, pese a su actual silencio, guarda una historia profunda e intensa. Vamos a conocerla.

Se le llama así en honor al líder mapuche dueño de esas tierras, Chepe. La época de la conquista llegó y los enfrentamientos entre los pueblos originarios y el Imperio Español fueron sangrientos e interminables.
En el centro y sur de Chile, los conquistadores ibéricos encontraron un duro escollo: el pueblo mapuche. Durante la extensísima Guerra de Arauco, los hispanos poco pudieron hacer pese a la superioridad técnica ante los indígenas. Ellos, en tanto, poseían el conocimiento de las ciénagas y selvas nacionales.
En ese contexto, en 1598, tuvo lugar la batalla de Curalaba, entre lo que hoy es Angol y Los Sauces, región de La Araucanía. Los nativos arrasaron en un pantano araucano y se llevaron como trofeo, aparte del repliegue español, la cabeza del gobernador de Chile, Martín García Óñez de Loyola.
Como era de esperarse, se tomó la determinación de detenerse en una posición más segura. Boris Márquez, director de la Biblioteca Municipal de Concepción, contestó al llamado de Sala de Prensa para ahondar en la historia de este cerro.
El historiador destacó que “en aquella época, cualquier cerro era un baluarte. Eran posiciones de resguardo y de vigía, con fuertes hechos de madera”, por lo que Alonso de Ribera determinó la construcción aquí.

Puente Ferroviario y túnel Chepe: las primeras intervenciones
Pasaron los años, décadas, siglos. La posición de fuerte se mantuvo, pero el resto del sitio cambió. Lo que antes era un valle cenagoso, ahora era una ciudad. Sí, porque recordemos que Concepción antes estaba en Penco y, con su destrucción tras un terremoto y tsunami en 1751, se trasladó a su actual ubicación.
La expansión de la ciudad hacia todos lados alcanzó el cerro Chepe a fines del siglo XIX. Mapas de la segunda mitad de esa centuria lo representan como el último punto propiamente penquista antes de la vasta zona rural entre Concepción y Talcahuano.
El cerro Chepe, con la consolidación de la urbe, “siempre fue un punto neurálgico, pero de las afueras de la ciudad, que en esa época se llamaban los ‘extramuros’. La ciudad se concentraba en el casco histórico y llegaba principalmente hasta la avenida Los Carrera”, comentó Márquez. En 1823, como ejemplo de su importancia, se fundó a sus faldas el Cementerio General de Concepción. Pero ya hablaremos más adelante del Chepe como eje cultural-urbanístico.
El vigor industrial del Chile independiente comenzó a explotar de forma industrial el carbón en la provincia de Arauco. Por ello, en la década de 1880 se mandó a construir al Imperio Británico un moderno y novedoso puente de acero para instalar en el río Biobío. Sí, hablamos del antiguo Puente Ferroviario, que hasta hace no mucho seguía siendo la única conexión ferroviaria entre ambos lados del cauce.
Los ingenieros, en vez de rodear el cerro Chepe, lo atravesaron y construyeron un túnel. Así, nació este paso y se convirtió en un protagonista silencioso del desarrollo del Gran Concepción.

Actualmente, un nuevo túnel moderno de dos vías reemplazó al anterior unos metros al poniente. Además, este empalma con otro nuevo viaducto ferroviario de primer nivel. Las antiguas obras quedaron en pie, y se debate su futuro como patrimonial o no.
El paso de los años y el Cerro Chepe como parque urbano
Volvamos al siglo XIX. La consolidación del cementerio de Concepción para esta época y el desarrollo urbanístico generó un cambio de paradigma. Guillermo Otto, regidor y relativo a la administración del cementerio, pensó en el cerro Chepe como un parque, símil a lo que hoy es el cerro Caracol.
En sus planes, estaba habilitar el Chepe como parque urbano, y luego instalar dos particulares construcciones: una especie de Partenón griego con su respectivo mirador y una cruz.
La construcción de la cruz, de 20 metros, tuvo lugar en 1933, para rememorar los 1900 años de la muerte de Jesucristo a manos de los judíos y romanos, con su posterior resurrección. Cuando el papa Juan Pablo II estuvo en Concepción en 1987, se detuvo a bendecir el emblema.
El mirador, en cambio, tardó unos años más en llegar. Aunque pueda pensarse, antes le dijimos que es una “especie” de Partenón”, pero totalmente penquista, con una altura de cuatro metros.
Para llegar, existe una escalera por la avenida Briceño hasta llegar a un descanso. De ahí, se sigue al sendero por varios minutos de caminata. El resultado final es precioso: una panorámica de ambos lados del Biobío, mostrando cómo hemos transformado la tierra y la naturaleza.

El lamentable presente
Eso sí, le advertimos. Lamentablemente, lo “lejano” y solitario del lugar lo ha transformado en guarida de incivilizados y delincuentes. Si usted va, deberá tener todos los resguardos y, quizás, sigan siendo insuficientes ante la barbarie. Esto no era lo que hubiera querido Guillermo Otto.
Boris Márquez considera que “las autoridades locales no le han dado mucha importancia” al cerro Chepe. A lo largo de la historia, a pesar de la importancia de estos puntos de vigía y recreación, sectores como el cerro están dados por sentado. “Yo creo que (el pueblo) no reconoce su historia porque no ha habido una significación y una misión que la ciudad le haya dado a ese cerro”.
El director también enfatizó en la idea de convertir el cerro Chepe en un proyecto concreto. “Se debe convertir en un parque público, que debe conectarse con el casco histórico del Cementerio General de Concepción y con la Laguna Redonda”, puntos verdes vecinos.
“La ciudad del futuro va a mirar al río Biobío y le va a prestar mucha más atención a los recursos naturales que tenemos”, concluyó.