Ya estamos llegando al final de esta serie de reportajes denominados “Sitios”, un proyecto ganador de los Fondos de Medios 2025. Esta vez visitaremos Quebrada Honda, en la comuna de Tomé.
Este es un lugar que suele asociarse a hechos relacionados con las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la dictadura cívico-militar de 1973.
Aquí ocurrió la ejecución de tres militantes del MIR de Tomé: Héctor Lepe Moraga, Miguel Catalán Febrero y Tránsito Cabrera Ortiz, además de la ejecución del militante socialista de Penco, Mario Ávila Maldonado.
Quebrada Honda es una depresión de varios metros de profundidad al fondo de la cual hay un pequeño estero o río. Este accidente geográfico era, lastimosamente, funcional para que los militares ocultaran este tipo de crímenes.


Carlos Oliver Schneider, el descubridor del sitio de Quebrada Honda
Pero hoy hablaremos sobre Quebrada Honda y su relación con la arqueología.
Escondido en medio de los cerros -y a gran altura- hay un sitio descubierto en 1920 por Carlos Oliver Schneider.
Oliver fue un naturalista e historiador, que vivió entre los años 1899 y 1949. Fue lo más parecido a un Charles Darwin en el Biobío. Recorrió la zona prospectando diversos sitios arqueológicos, mucho antes la propia Zulema Seguel.
Oliver fue arqueólogo, antropólogo, paleontólogo, biólogo e historiador. “Sus contemporáneos le correspondieron con el título de sabio, que coronó su existencia madura”, se afirma en el libro escrito por el actual director de la Biblioteca Municipal de Concepción, Boris Márquez.

El sitio que buscamos no es accesible. Por lo menos, no fácilmente. Está escondido a varios metros de altura en los cerros que colindan con el océano y que este equipo de Sala de Prensa encabezado por el arqueólogo Pedro Andrade tuvo que sortear.
Museo de Historia Natural
Carlos Oliver fue el primer director del Museo de Concepción, hoy Museo de Historia Natural. Eduardo Becker es su actual director. Con él, hablamos sobre las características de las personas que habitaban estos territorios.
En esta serie hemos visitado varios sitios arqueológicos. La mayoría de ellos, conchales de varios metros de altura: El Visal en Arauco de siete metros o Bellavista de entre dos y tres metros.
Según el director del Museo de Historia Natural, estos sitios “nos dan cuenta de las actividades de recolección las formas de alimentación, las formas de hacer, incluso de ciertos modos de vida cuando pensamos en aquellos que practicaban la recolección marina o el buceo. Sabemos de ello porque hay ciertas condiciones que se han visto reflejadas en las osamentas de estas personas que, muchas de ellas, las tenemos aquí o en la misma Universidad de Concepción porque están estos productos que son basura de su época en los mismos sitios arqueológicos”, señaló inicialmente.
— ¿Pescaban hombres y mujeres?
“Yo no puedo decir que en la totalidad de estas sociedades eran hombres o mujeres las que practicaban estas estrategias de subsistencia. Pero hay casos puntuales en que tenemos los cuerpos de algunas personas, hombres con mujeres, que presentan las mismas patologías y presentan los mismos indicadores de estrés. Por lo tanto, uno puede concluir fácilmente que realizaban las mismas actividades“, aseveró Becker.
La odisea de Quebrada Honda
Inicialmente sabíamos que Quebrada Honda era un pequeño conchal que, hace unos 4 mil años, ocuparon los primeros habitantes de este territorio. Carlos Oliver, entendemos, incluso pudo recuperar algunos cuerpos. De camino, encontramos algunas pistas que facilitaban la habitabilidad de estas personas: los cerros llenos del material que conocimos en Rocoto como piedras de esquisto.
“Aquí está el esquisto de nuevo”, afirma Pedro Andrade, que “es el mismo que vimos en la desembocadura o Rocoto y que vimos que la gente de Bellavista también ocupaba para hacer sus adornos. Esto sale fácilmente, no es necesario usar una herramienta. Lo usaban para hacer adornos. Es una buena materia prima. Todos los cerros de esta bahía tienen esta conformación, son materias primas locales”, sostuvo el arqueólogo Andrade.

En medio de la marcha, y ya casi llegando a la playa, hacemos un pequeño hallazgo que no tiene que ver con el sitio que buscamos. Se trata de maquinaria abandonada, de alguna faena minera probablemente.

El estero de Quebrada Honda es el motivo de la presencia humana hace 4 mil años
Finalmente después de una larga caminata, llegamos a la desembocadura del estero de Quebrada Honda. Evidentemente, la presencia de agua dulce es la gran condición de todos los sitios que hemos visitado y también de este.

Ahora venía lo mas complejo: escalar, subir para buscar el sitio, hasta que finalmente lo encontramos.
“Aquí esta y no es poco”, indicó el arqueólogo Pedro Andrade. “Está expuesto en este perfil. Según recuerdo, alguna vez vine para acá y debería haber más arriba, pero hay varios lugares donde se observan los cortes de los perfiles. Lo reporta Carlos Oliver Schneider a finales de los 30. Se ve un conchal súper denso”, agregó.
La diferencia de este sitio con otros que hemos visitado es evidentemente la altura. El conchal está a unos 50 metros de alto: ¿Por qué se produce este fenómeno?
Pedro respondió. “Porque abajo no hay playa, salvo la playita de Quebrada Honda. Lo más probable es que la gente viniera de más arriba, tuviera acá un campamento, bajara a buscar los moluscos a la costa, volvía, desconchaba y ahí se iba a su casa con lo comestible digamos”.

En medio de la visita que hicimos, Pedro encuentra lo que técnicamente en arqueología se conoce como un percutor. “Aquí se ven algunas huellas de picoteo, que es una herramienta para golpear otra piedra. ¿Te acuerdas del pigmento que encontramos en Tubul? Este lo pueden haber ocupado para moler. Es un mortero como los que usamos hoy en día para los chanchos en piedra”.

Nuestra misión está completa. Revisitamos algunos de los sitios arqueológicos más importantes de la costa del Biobío. Nos faltan las islas que, por su condición de aislamiento, tienen muchos secretos aún por descubrir. Será para una próxima oportunidad.


